Preámbulo.
Hasekura Tsunenaga en Roma |
Oficialmente el primer grupo de japoneses que llegó a España (en 1614 después
de Cristo para nosotros, año 19 de la Era Keicho para ellos) fue el del séquito
del embajador Hasekura Tsunenaga, que había partido de Japón un
año antes en dirección a Occidente en representación del señor feudal Masamune
Date, con la misión de entrevistarse con el Rey de España y el Pontífice
Romano, con objeto de solicitar el envío de misioneros y el establecimiento de
relaciones comerciales con México, que era por entonces colonia española.
Curiosamente fuimos los
españoles los que llegamos antes a Japón. Sesenta y cinco años antes, el 15 de
agosto de 1549, llegaría nuestro aguerrido San Francisco Javier, acompañado de
Cosme de Torres y Juan Fernández (el primer español del que tenemos constancia que
aprendiera japonés), también miembros de la Compañía de Jesús, y del nativo Anjiró,
que tiene como mérito histórico ser el primer dragomán entre el japonés y las dos principales lenguas ibéricas
(el portugués y el castellano).
Francisco Javier, Anjiró y Bernardo de Kagoshima |
Entre las peripecias de este singular grupo se
encuentra el haber conocido y cristianizado a Bernardo de Kagoshima, el primer
japonés bautizado en su tierra natal, que posteriormente sería el primer
japonés del que hay constancia histórica que pisara tierra Europea e ibérica,
llegando a Portugal en 1553 y al año siguiente a España. Estudiaría en la
Universidad de Coimbra. Y si, entre tanta erudita reseña histórica, me permiten introducir un
chascarrillo astroso, les diré que no dejo de pensar que entre la habitual
burda chispa española, sobre todo en el ambiente escolar y universitario, a alguno
tuvo que ocurrírsele llamar a este Bernardo de Kagoshima, Bernardo de
Mecagoencima. Y si no lo hicieron espero que me perdonen la “machangada"(1) para distender
el artículo, que me estaba quedando demasiado serio.
Y antes de meterme en
el lío les regalo con dos datos anecdóticos hispano-japoneses relacionados con
la alimentación:
Estos primeros
misioneros españoles llevaron a aquellas tierras el pan nuestro de cada día,
con lo que desde entonces este producto se llama de la misma manera en Japón.
Pan en japonés es: パン (pan).
Y el hecho de que el paralelismo entre las órdenes de caballerías (en
especial las españolas) y los samuráis (el código del honor y el bushido) haya
hecho que una novela como “El Quijote” haya sido entendida en Japón. Es
simpático que no sólo al maduro Alonso Quijano se le considere como un típico samurái,
sino además tenemos que una palabra como “hidalgo” tenga para el autor de la
primera traducción directa, del castellano al japonés, una perfecta
equivalencia como un miembro del grupo “goshi” de las categorías de los
samuráis, ya que ambos tenían características paralelas en su estatus social y
atribuciones cotidianas.
Almacenes "El Quijote". |
Pero la rareza final que les quiero contar es que, hoy en día, hay en
Japón una cadena de grandes almacenes de nombre “Don Quijote” (ドン.キホーテ), que, como extravagancia añadida, tiene la
peculiaridad de que los productos no están ordenados por categorías, sino en un
calculado desorden anárquico, que pretende que el público permanezca más en su
instalaciones y que acabe comprando más de lo que tenía previsto, al ayudarle
al azar a encontrar otros productos inesperados que le puedan ser apetecibles al
cliente potencial.
Pues por hoy ya está bien. En la próxima entrada les mostraré que, fuera
del tópico, la atracción de los nipones por España va más allá del flamenco y
de los toros. Y como aperitivo les dejo con Tokío Ujike, el
jotero japonés. ¡Hasta el próximo post!
(1)Del diccionario de la "Academia Canaria de la Lengua".
1. f. Gesto o ademán
gracioso o grotesco. Siempre está haciendo machangadas intentando hacerse el
gracioso.
2. f. Dicho o hecho fútil
o poco formal, que suele ser enfadoso. Cuando se pone con las machangadas
esas de que quiere dejar el trabajo, me pongo histérica.
3. f. GC.
Dicho o hecho de poca entidad o sustancia propio de niños.
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